¿La propina es obligatoria? Este es el impacto en los trabajadores del sector de servicios

Reflexiones sobre la propina como incentivo económico y su efecto en los empleados

MÉXICO.- La propina se considera inicialmente como un incentivo económico alineado con el bienestar y la satisfacción del consumidor de un producto o servicio. 

Sin embargo, la proporción de propina varía según el país y la cultura. Europa tiende a redondear al siguiente valor monetario más cercano, Estados Unidos se ha establecido en un promedio del 15%, y en Japón no es bien visto dejar ningún excedente sobre la cuenta final. En México, la propina comúnmente es del 10%. Pero, ¿a cuántas personas afecta esta situación?

Según el censo "La Industria Restaurantera en México" realizado por el Inegi, este sector empleaba a casi 1,500,000 personas, más que los sectores educativos, de salud y corporativos juntos.  

Excluyendo los servicios de comida rápida y autoservicios, se estimaban alrededor de 320,000 establecimientos que empleaban a más de 1,000,000 de personas, de las cuales, 480,000 desempeñaban funciones de cocineros, lavaplatos y meseros. Centrémonos en estos últimos. ¿Qué tanto representa para ellos el no recibir el 10% de propina?

Realicé una búsqueda en Internet para trabajar como mesero en la Ciudad de México. Además de ofrecer estabilidad laboral, oportunidades de crecimiento y prestaciones de ley, es preocupante que algunos empleadores tengan que explicitar lo que por derecho corresponde a un empleado. 

Todos los anuncios mencionaban la remuneración económica como una suma de sueldo base más propinas. Considerando que la media salarial en mi búsqueda fue de 4,000 pesos mensuales, se pierde el principio de incentivar la satisfacción del consumidor y se convierte en un sustento variable para sobrevivir. 

Dejar o no dejar propina puede significar más del 50% de sus ingresos. Es cierto que existe el artículo 10 de la Ley Federal del Consumidor, que prohíbe el cobro de propinas, pero no dejar propina puede ahorrarnos poco y costarles mucho a ellos.

Es bien sabido que la distribución de las propinas no es equitativa. Los capitanes de meseros se llevan la mayor parte, mientras que los cocineros y lavaplatos reciben la menor fracción, y los meseros se encuentran en un punto intermedio. Esta práctica genera constantes fricciones entre los empleados debido a que el porcentaje de propina depende de la interacción con el cliente.

De acuerdo con la encuesta previamente mencionada, los restaurantes tienen un excedente de ingresos promedio del 35% sobre el total de gastos en los que incurren para llevar a cabo su operación. 

Solo el 5% de sus gastos totales se destina al pago de los empleados mencionados anteriormente. Incluso duplicarles el salario resultaría en un margen de ganancia menor, pero aún accesible, del 29%.

Es un hecho que un empleado no puede seguir cotizando menos del 50% de lo que trabaja (si el resto es una remuneración informal) y que sus prestaciones de seguridad social o pensión futura no estén retribuidas al 100% de su esfuerzo. 

¿Por qué no redistribuir mejor los ingresos y eliminar la propina? En el caso de restaurantes pequeños, podría aumentarse el precio de los alimentos y bebidas en un 11% para cubrir el sueldo bruto (y que el empleado reciba el 10% neto, ya que al final de cuentas ya se paga en propina). 

En cuanto a los restaurantes de mayor tamaño, podrían asumir un mayor costo salarial y el cliente vería un menor incremento en los precios.

En cuanto a nuestras finanzas personales, vale la pena estimar los gastos en propinas e incluirlos en el rubro destinado al ocio y la diversión, reflexionando sobre el valor que esto representa en los ingresos de los empleados y las ventajas de considerarlo en nuestro presupuesto para controlar los gastos pequeños.

Es importante proponer soluciones centradas en el ser humano, es decir, pensadas en el hombre, su dignidad y su pleno desarrollo. Solo así sabremos que estamos en el camino correcto y que en un futuro cercano, dejar o no dejar el 10% de propina será una elección basada en la convicción personal y no en un dilema ético.

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